top of page

Recordando y registrando lo positivo

Actualizado: 3 sept 2018



Piensa en las últimas 5 situaciones o motivos concretos que te generaron displacer, que te pusieron triste o te hicieron sentir preocupado o angustiado. No es necesario que sean eventos trascendentales de tu vida, sino instancias específicas y ojalá recientes. ¿Las recordaste?


Ahora piensa en los 5 momentos o motivos más alegres y/o positivos que te ha tocado vivir recientemente. También esfuérzate por que sean circunstancias concretas de tu vida y no momentos obvios y universales. ¿Listo?


Probablemente te demoraste más en los momentos positivos que en los negativos, ¿no? No sólo nuestra mente recuerda con mayor facilidad sólo los grandes hitos o aquellas cosas que se supone debieron ponernos tristes o felices porque son socialmente valoradas como positivas o negativas (el nacimiento de un hijo, la muerte de un familiar, etc.) sino que además es impresionante lo rápido que puede recordar emociones o experiencias que nos causan displacer por sobre experiencias positivas.


Así, recordamos fácilmente períodos en que no nos hemos sentido a gusto, en que nuestra vida ha estado marcada por momentos o circunstancias dolorosas pero, por el contrario, parece que aquellas instancias en que vivimos una risa profunda, una rica experiencia o un gran placer, en que nos sucedió eso que tanto anhelábamos o al fin cumplimos un sueño o recibimos una grata sorpresa, rápidamente quedan en el olvido, lo que nos va guiando a una valoración más bien negativa de las experiencias de nuestra vida.


En otras palabras, parece que nuestra mente no funciona de manera justa y equitativa, ya que pareciera que las emociones placenteras, asociadas a circunstancias positivas, quedan guardadas en niveles más profundos de nuestra memoria, siendo más difícil traerlas a nuestro presente, a nuestra mente. Pero, ¿por qué será que esto ocurre?.


Simplemente porque estamos acostumbrados a pensar mucho en nuestros problemas. Es habitual que les demos vueltas en nuestra cabeza, intentando pensar en un sinnúmero de posibles soluciones, deteniéndonos incluso en todas las posibles consecuencias que podemos imaginar. Dedicamos gran parte de nuestro tiempo a pensar en aquello que no sucedió como queríamos (nuestro pasado) y en prever todo lo que podría salir mal (nuestro futuro), pero poco nos dedicamos a habitar nuestro presente y sentir el momento, disfrutarlo o darle el espacio que amerita, sobre todo si es respecto de algo positivo.


Así, cuando ocurre algo positivo no dedicamos mayor tiempo a analizar “¿por qué será que me ocurrió esto?”, “¿qué hice yo para merecerlo?”, “¿y si hubiera sido distinto?”, “¿Por cuánto tiempo me iré a sentir así de bien?”, “Otra vez me siento contento”, etc. Preguntas y pensamientos a los que volvemos una y otra vez cuando nos ocurre algo negativo. Acaso no te identificas con pensamientos como: “otra vez tenía que pasar algo malo”, “todo está tan bien que seguro va a pasar algo malo”, “estoy cansado(a) de sufrir siempre”, “otra vez tenía que pasar esto”.


Como dedicamos tanto tiempo y tantos pensamientos a analizar y procesar las experiencias que nos hacen sufrir, generamos vías de pensamiento, conexiones neuronales, asociadas a cada una de esas ideas, facilitando un sin número de vías de ingreso a esos recuerdos con posterioridad. Por el contrario, como dedicamos muy poco tiempo a procesar, cognitiva y emocionalmente, las vivencias positivas, no dejamos alternativas para que nuestras circunstancias activen dichos recuerdos con facilidad o rapidez, haciendo más difícil la opción de traerlas a la consciencia o hacerlas presente. Es decir, dejándolas en el olvido.


Es una idea muy simple que es necesario tener presente: necesitamos dedicar más tiempo a reconocer y pensar lo positivo que nos ocurre. A valorarlo, a disfrutar las emociones que se activan, a analizar aquello bueno que nos ocurrió. De este modo podrás tener una consciencia más clara y justa de las cosas positivas que suceden en tu cotidianeidad y podrás ser más realista al momento de evaluar tu vida, tu felicidad, tu satisfacción respecto de lo que ocurre en tu día a día.


Te propongo algunos pasos muy concretos:

- Dedica unos minutos del día, ojalá todos los días pero sino al menos cuando lo recuerdes, a pensar en las cosas más sencillas pero positivas que ocurrieron en tu cotidianeidad.

También puedes pensar en los grandes eventos, obviamente, pero lo importante es que también destaques aquellas cosas positivas que quizás pasan desapercibidas o sueles dar por sentado. Por ejemplo: haberte encontrado con alguien a quien no veías hace tiempo, haber tenido un buen resultado en la reunión a la que asististe, haber comido tu plato favorito, haber tenido tiempo libre para hacer esa actividad que te gusta, haber podido cenar en familia o cosas más simples aún, como tener alimentos, un techo bajo el cual descansar, etc.

- Agradécele a la vida, a Dios, a la pachamama, a lo que sea que creas, incluso a ti mismo, por esas pequeñas y grandes alegrías que experimentaste.

Esta comprobado que las personas que llevan un Diario de la gratitud son más felices, ya que ser agradecido es un componente clave para la felicidad.

- Evalúa cómo te sientes respecto del día que acabas de vivir y pregúntate por los momentos del día en que te sentiste bien o a gusto, revisando los detalles de esas experiencias.

- Ponle nombre a las emociones u estados positivos que surgieron de esas experiencias. Es importante aprender a discriminar entre los distintos estados positivos. No todo es “bien”. Bien puede ser alegre, enamorado, entretenido, esperanzado, inteligente, creativo, solidario. Un sin número de estados emocionales o cognitivos distintos. Somos muy hábiles para ser específicos al diferenciar y nominar nuestros estados negativos, pero no somos así de detallistas con los positivos.

- Piensa durante algunos minutos en lo bien (ojalá ya habiendo definido una palabra más específica) que se sintió eso que ocurrió.

Pregúntate acerca de esa experiencia, por ejemplo:

¿Qué de esta situación me hizo sentir así? Eso te dará pistas de como poder repetirla más adelante.

¿Cuándo fue la última vez que sentí algo similar? Así comenzarás a generar conexiones entre distintas cadenas de pensamientos asociadas a tus vivencias positivas y te será más fácil recordarlas.

¿Cómo se siente en mi cuerpo esta emoción o experiencia positiva? De este modo, con el tiempo, irás descubriendo que tu cuerpo también te da señales de tus vivencias positivas y que no es necesario sólo pensar en ellas para reconocerlas, ya que tu cuerpo las experimenta y expresa sin que te des cuenta.

- Finalmente, pero muy importante, deja un registro de la experiencia positiva. Escribe con detalles acerca de lo bien que actuaste en esa determinada situación, de lo bien que se sienten las emociones que estás experimentando, de los elogios que recibiste, de eso nuevo y positivo que descubriste de ti mismo. Saca una fotografía de aquello bonito que estás viviendo, de la gente con que estás, del paisaje que observas. Deja un registro de cualquier modo de esa vivencia.


Con medidas tan sencillas como estas estarás ayudando a tu cerebro a generar conexiones neuronales nuevas asociadas a ideas positivas acerca de tu vida, de tu cotidianeidad. Te aseguro que con el tiempo será más fácil recordar lo positivo ya que habrás dedicado tiempo a que tu mente se familiarice con esas experiencias, creando una mochila de recuerdos positivos a los que echar mano en esos momentos en que tendemos a generalizar nuestros estados negativos porque sólo recordamos aquella parte de nuestra experiencia.


Haz la prueba.

¡Suerte!


31 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page