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Autoestima a base de zanahorias



El otro día mientras pelaba un tomate recordé las múltiples veces que mi marido me pregunta por qué no comprar un pelador, a lo que yo siempre contesto "para qué si no me cuesta nada pelar", y me puse a pensar en la verdadera razón.


¿Una pista?... tiene que ver con mi identidad y autoestima. Si!!!, pelar un tomate!.


Cada vez que pelo una fruta o una verdura viene a mi mente el recuerdo de, siendo aun bastante chica, estar en la cocina junto a mi mamá quien preparaba el almuerzo y haberme ofrecido a ayudar. Mi mamá con cara algo dudosa me preguntó: ¿sabes pelar zanahorias? A lo que yo respondí con mucha seguridad (aunque teniendo muy claro que era mentira) "Si, si sé".


Para mi sorpresa agarré un cuchillo, de esos que usualmente no me dejaban tomar, y comencé a pelar la zanahoria a la perfección. "Mira qué bien lo haces, no pierdes nada en la cáscara" me dijo mi mamá. Sorprendida de mi habilidad en ese entonces, hoy ocupo cada oportunidad que tengo de repetir la situación en mi mente y en mi corazón.


Obviamente a esta altura de mi vida ya nadie se sorprende de mi habilidad para pelar frutas o verduras, pero algo en mí ha mantenido esa conducta como una habilidad atesorada, que me hace sentir bien conmigo misma, aún cuando mi mamá me ha valorado por muchas otras características que, al menos a mis ojos, son bastante más importantes que la que les acabo de contar. ¿Saben cuántos tomates, zapallos, papas, manzanas, ciruelas, etc. he pelado en mi vida? Ni siquiera en mi vida, ¿desde que preparó las comidas de mi hija? ¡Muchísimas! y la verdad es que pierdo ¡muchísimo tiempo!


Esto me ha hecho pensar en cómo depositamos nuestra autoestima y la opinión que tenemos de nosotros mismos en las cosas más extrañas, que nos llevan incluso a sostener en el tiempo dinámicas que no nos aportan nada más que el recuerdo de algo que alguna vez pasó.


Obviamente pelar zanahorias es un ejemplo que puede parecer ridículo, pero podemos remplazar el "qué bien pelas zanahorias" por "qué buena eres cuidando de otros", "tú siempre estás ahí para escuchar a quienes necesitamos un oído atento", "eres tan bueno por siempre perdonar a quienes te fallan", "que admirable que no te enojes nunca", entre muchas otras.


Cuántos imperativos que alguna vez nos dijeron al paso pero que nuestro ser más interno atesoró como fuente de nuestra propia valoración, cuando más bien representó una validación externa, una fuente de amor, reconocimiento o importancia, e incluso de atractivo para otros, aferrándonos a características que nunca fueron parte de nuestra forma de ser sino algo circunstancial, o que si en algún momento lo fueron, ya no necesariamente siguen siéndolo.


Los invito a dedicar un momento para pensar, cuáles de las características con las que usualmente la gente a su alrededor los identifica o caracteriza son características con las que realmente se sienten leídos hoy o son realmente importantes para ustedes.


Yo, luego de hacer este ejercicio siento una profunda necesidad... ¡la de partir corriendo a comprar un pelador! Que absurdo seguir perdiendo el tiempo en sostener un atributo que el día de hoy es más lo que me resta que lo que me aporta.


¿Qué cualidades de ti son las que tú quieres conservar y destacar en tu vida? ¿Qué cualidades de ti realmente son un aporte para tu vida con independencia de si lo son para quienes te rodean? ¿Qué características que otros te atribuyen se han convertido más bien en algo que te significa una carga o te aleja de quien tú realmente quieres ser o conseguir?


Me encantaría conocer tu opinión.



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