Desde hace algunos años empecé a caer en cuenta de mi tendencia a compadecerme. Mi víctima interna (aquella parte que todos tenemos, con mayor o menor fuerza), se sentía frecuentemente llamada a escena y me hacía sentir mal respecto de lo que veía a otros les sucedía, tenían o eran.
Fácilmente, y sin darme cuenta, entraba en lo que llamo Círculos de confusión, donde me preguntaba sin siquiera intentar responder ¿por qué a mí?, ¿por qué ellos sí pueden o tienen…? y exclamaba en mi cabeza lamentos que sólo me hacían sentir peor respecto de la situación, lo que fácilmente además daba paso a la queja y me dejaba triste, con una fuerte sensación de injusticia.
Había otros días en que podía mirar las cosas desde el otro lado del puente. Esos días me era fácil reconocer lo afortunada que soy, de todo lo que tengo y también de mis atributos o capacidades. Podía ver mis logros, los regalos que me ha dado la vida y reconocer mis esfuerzos. Sin embargo, estos días también quedaba con una sensación ingrata, porque sentía que era injusto que otros no tuvieran esas mismas comodidades o posibilidades, y que no estaba haciendo suficiente por compartir lo que tenía y ayudar a otros.
Pareciera que mientras más tenemos, más nos cuesta reconocer lo afortunados que somos. Por ejemplo, a veces nos sentimos mal porque no vivimos en una casa más grande, sin tomar consciencia de que sólo podemos querer una casa más grande porque tenemos asegurados regalos como usar agua potable incluso para lavar la ropa. Nos sentimos mal porque no tenemos más tiempo para salir a hacer cosas para divertirnos, porque hemos tenido la oportunidad de conocer lo que es tener tiempo para regalonearnos a nosotros mismos, nos sentimos tristes porque hemos perdido amigos a lo largo de la vida, sin reconocer la fortuna de tener pocos pero buenos amigos, tan íntimos que pueden predecir lo que diremos o haremos. Nos sentimos solos, porque nunca hemos tenido que experimentar la verdadera soledad de no tener padres, hermanos o amigos con quienes poder compartir las trivialidades del día. Sentimos rabia de no poder viajar más, porque hemos tenido la fortuna de conocer otros países y descubrir las bellezas del mundo.
En mi caso, pareciera que he transitado de un extremo a otro del puente sin poder entender que aquellos días en que siento que la vida ha sido injusta conmigo es gracias a la posibilidad de haber vivido en la justicia de una buena vida, y que aquellos días en que siento la injusticia del mundo con los demás, he olvidado que ese reconocimiento llega gracias a la posibilidad de haber vivido una vida cómoda, más allá de los problemas circunstanciales.
Así, con el paso del tiempo he llegado a desarrollar algo así como una teoría respecto de lo que tenemos en la vida (material o inmaterial). Aquí se las comparto. ¿Estás listo?, porque quizás no te guste.
-Nada de lo que tienes te pertenece-
¿Pero cómo?, te preguntarás. Pues muy simple. Escoge cualquiera de las cosas o características que tienes. Ahora pregúntate, ¿pude conseguirla o desarrollarla sin la ayuda de alguien más? ¡Te aseguro que no!
Creo firmemente que no somos nadie sin las personas de nuestro entorno y sin los regalos (oportunidades) que se nos han dado. Por ejemplo, vivo en un lindo departamento, con una excelente vista, cómodo y en un barrio seguro. ¿Esto ha sido gracias a mi esfuerzo? Muchos podrían decirme que esto se debe a mi trabajo y al de mi marido, a mi esfuerzo en la universidad, a que he sido mesurada en mis gastos, a que… pero la verdad es que para todo eso se han tenido que dar muchos factores que no han dependido sólo de mí.
No niego que he tenido que esforzarme, que otro con las mismas circunstancias podría no haberlas aprovechado, etc. pero la verdad es que he trabajado duro en algo que me apasiona, tuve la oportunidad de estudiar, he podido ahorrar, mis padres pudieron financiar mi universidad, crecí en una familia donde sobra el amor, me desarrollé en un entorno seguro, gozo de buena salud y así infinitas circunstancias que me permitieron incluso hacer un buen uso de mi inteligencia. ¿Pero soy inteligente por mi esfuerzo?, la verdad es que no.
Mi crianza me permitió desarrollar esta característica, así que como ven, nada de lo que tengo o soy podría atribuirlo a mi exclusiva responsabilidad. Incluso, tuvieron que darse factores genéticos para poder, si quiera, escribir esto ahora.
Pero, ¿por qué Dios me regaló estas circunstancias? (en mi caso creo en Dios, pero puedes remplazarlo por la vida, otra deidad, la pacha mama, o lo que sea en lo que creas).
Acá viene la segunda parte de mi teoría:
-Se te regalaron ciertas posibilidades y circunstancias porque tienes la capacidad de hacerte responsable de ellas y aprovecharlas para el beneficio de quienes te rodean-
No soy dueño de mis bienes ni de mis atributos, simplemente han sido oportunidades que he podido tomar gracias a otras oportunidades que se me han dado y que no hubieran sido posible sin la ayuda, o al menos participación, de quienes me rodean; aportando desde la ayuda o incluso desde el sufrimiento que me han causado, aportando desde sus experiencias, desde sus formas de ser, etc.
Al ser así, no puedo guardar estos atributos o bienes para mí, porque no me pertenecen. Es mi deber, mi responsabilidad, el ponerlas al servicio de quienes me rodean. Compartir lo que tengo pero también lo que soy y lo que no soy. Porque tampoco poseo mis defectos; estos también me son dados y debo asumirlos con responsabilidad y no desde el lamento, para aprender de ellos y para no dañar.
Al más puro estilo de un balancín, lo que tengo y soy me da la posibilidad de mirar la vida con perspectiva y tranquilidad para poder ponerme al servicio de otros, de aquel que le tocó hacer contrapeso para que yo pueda estar arriba. ¿O acaso puedo disfrutar de este juego si sólo me quedo arriba?.
Si la vida, Dios, la pacha mama, o lo que sea me ha dado estos regalos, me ha permitido tener lo que tengo, ser lo que soy, aprovechar las circunstancias, es porque la vida tiene su propia lógica, una donde el amor y la responsabilidad van de la mano y donde lo único que marca la diferencia entre sentirnos culpables o perjudicados y poder disfrutar con felicidad de lo que somos y tenemos es la capacidad de asumir la responsabilidad que va de la mano con las oportunidades. Ser capaces de pasar del poseer y guardar al administrar y compartir.
Así, la pregunta ¿por qué a mi? cobra un nuevo sentido, uno donde me reconozco rodeado de otros (conocidos y desconocidos) que esperan que me responda esa pregunta. No vaya a ser que la vida encuentre un mejor administrador que tú o que yo, y termine por transferir esas oportunidades a quien se deje de victimizar o culpabilizar y se haga cargo de compartir lo que tiene y lo que es, desde el amor y la gratitud que conllevan el reconocimiento de que no SOY, sino que siempre SOMOS.
Deje de ponerse la mano en el corazón y póngasela en la cabeza. ¿Y si hubieran sido otras sus circunstancias?, ¿si hubiera nacido en otro lugar o en otra familia? Seguro le gustaría que el otro no fuera sólo caritativo, sino que por sobre todo fuera responsable con lo que se le dio y se pregunte ¿por qué a mí?.
Comentarios